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La globalizaci�n y la apertura del comercio pueden promover los derechos humanos. Discurso del Director General de la OMC Pascal Lamy.
Título
La globalizaci�n y la apertura del comercio pueden promover los derechos humanos. Discurso del Director General de la OMC Pascal Lamy.
Autor
Pascal Lamy
Fecha
05/06/2009
Fuente
OMC
Descripción
Discurso del Director General de la OMC Pascal Lamy.al ser nombrado doctor Honoris Causa por la Univ. de Ginebra en 2009.
Texto original
Sr. Rector,
Sr. Presidente del Gran Consejo,
Sr. Consejero de Estado,
Distinguidos decanos y profesores,
Queridos estudiantes,
Se�oras y se�ores:
Es para m� un alt�simo honor que la Universidad de Ginebra me otorgue el t�tulo de Doctor Honoris Causa en este lugar y en este d�a de celebraci�n.
Me colma de emoci�n poder compartir esta distinci�n con personas m�s ilustres que yo.
Haberme asignado la tarea de expresar mis puntos de vista sobre los derechos humanos en un mundo en proceso de globalizaci�n junto al Arzobispo Desmond Tutu, a quien considero un h�roe de los tiempos modernos, muestra la franqueza y la audacia que son propias de una gran universidad.
Tal vez haya inspirado esa audacia el legado de William Rappard, dos veces rector de esta Universidad, un hombre que dedic� su vida a la b�squeda de la paz y cuyo nombre luce el edificio en que tiene su sede la Organizaci�n Mundial del Comercio.
Incluso con tan ilustre patrocinio, �la audacia de ustedes raya en la temeridad! �No es acaso la Organizaci�n Mundial del Comercio, para muchos, el s�mbolo de una globalizaci�n en que los objetivos mercantiles prevalecen sobre los seres humanos, el mercado sobre los individuos y el poder sobre la justicia?
Me toca, pues, intentar demostrarles que ustedes tienen raz�n: la globalizaci�n y la apertura del comercio pueden obrar a favor de los derechos humanos universales; y por �stos entiendo tanto los derechos civiles y pol�ticos como los econ�micos y sociales.
Y digo que �pueden� deliberadamente, porque creo que esto s�lo es cierto en determinadas condiciones que es preciso especificar y que est�n lejos de cumplirse en todas partes.
En primer lugar, la globalizaci�n.
Suele verse en la globalizaci�n una etapa hist�rica de la evoluci�n del capitalismo de mercado, cuyo desarrollo es esencialmente de naturaleza tecnol�gica. Es un fen�meno similar al que se vivi� en el siglo XIX en tiempos de la revoluci�n industrial. La globalizaci�n de Jano: con un rostro agradable, sonriente, que refleja el dinamismo econ�mico, la innovaci�n, la conexi�n, la proximidad, desde la perspectiva de la ciudad universal. Y el rostro intimidante, torvo, el de las fracturas, los desequilibrios, los contagios. El rostro de la degradaci�n del medio ambiente, que despoja, que desarraiga, que pisotea las identidades y culturas que conforman la dignidad humana.
Yo creo que el lado positivo de la globalizaci�n puede superar al negativo.
A condici�n de que cada uno de nosotros reconozca que tenemos una necesidad de pertenencia tanto como necesitamos nuestra libertad.
A condici�n de que aceptemos que esa pertenencia y esa libertad se ejerzan en un marco universal y colectivo, una globalizaci�n encauzada y regulada por la pol�tica y el derecho.
A condici�n de que suscribamos la idea de que el principio democr�tico debe renovarse para superar el �mbito local y penetrar en el mundial; es lo que llamamos gobernanza mundial.
A condici�n de que reconozcamos que esto implica cambios fundamentales en el principio �westfaliano� de que la gobernanza internacional queda monopolizada por los Estados nacionales, incluso en lo que respecta a los derechos humanos, que no conocen fronteras.
A condici�n de que forjemos una gobernanza mundial que a�ne el impulso pol�tico, la legitimidad democr�tica y la excelencia t�cnica. Puede que esto est� surgiendo en el tri�ngulo que se perfila para tratar de salir de la crisis econ�mica actual, la primera crisis verdaderamente mundial. Entre el polo del �G-20�, el polo de la Asamblea General de las Naciones Unidas y el polo de los organismos internacionales especializados, como la Organizaci�n Mundial del Comercio, la Organizaci�n Internacional del Trabajo, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, por citar s�lo algunos.
A condici�n de que se cumplan todas estas condiciones -y hay mucho que hacer para ello- la globalizaci�n puede encarnar la promesa de un conjunto universal de valores, com�n a tantas filosof�as y religiones, y al que pertenecen los derechos humanos, como ahora pertenecen al �jus cogens�. Se trata de normas que son inquebrantables y que son aceptadas como tales por toda la comunidad internacional.
Es en este marco universal que la contribuci�n de la liberalizaci�n del comercio a la promoci�n de los derechos humanos puede y debe hallar su lugar tanto en el derecho como en la pr�ctica.
Se discute entre los juristas si la OMC est� o no obligada a respetar los derechos humanos; pero a mi juicio la respuesta es un s� rotundo. Los derechos humanos tienen su lugar ante todo en el derecho internacional, porque esos derechos se imponen a los Miembros de la Organizaci�n, que est�n obligados a cumplir los deberes que pesan sobre ellos a nivel internacional.
Seguidamente, porque la jurisprudencia del mecanismo de soluci�n de diferencias de la OMC ha reconocido que el derecho comercial internacional no puede interpretarse �en aislamiento cl�nico� respecto del derecho internacional general. Y adem�s, �c�mo podr�a la OMC, creada en 1994 en virtud de un instrumento jur�dico internacional, abstraerse de esas normas del derecho internacional general del que derivan su misi�n y su existencia misma?
Pero �qu� lugar ocupa el derecho comercial internacional en la promoci�n de los derechos humanos en la pr�ctica? Yo dir�a que la apertura del comercio internacional crea eficiencia para mejorar los niveles y las condiciones de vida y de este modo puede contribuir a hacer realidad derechos que no basta proclamar para que sean respetados. As� ocurre especialmente en el caso de los que Amnist�a Internacional denomina �presos de la pobreza�. A t�tulo de ejemplo, citar� el art�culo 11 del Pacto Internacional de Derechos Econ�micos, Sociales y Culturales, que se refiere al derecho a los alimentos y aboga por �asegurar una distribuci�n equitativa de los alimentos mundiales en relaci�n con las necesidades, teniendo en cuenta los problemas que se plantean tanto a los pa�ses que importan productos alimenticios como a los que los exportan�.
Tambi�n en este caso las ventajas de la apertura del comercio para los derechos humanos no son autom�ticas. Esto presupone normas que sean mundiales y justas a la vez. Normas como las que llevaron a Lacordaire a decir que �entre el d�bil y el fuerte, entre el pobre y el rico, � es la libertad la que oprime y es la ley la que libera�. La negociaci�n y la aplicaci�n de estas normas constituye la misi�n b�sica de la OMC, y su vocaci�n primordial en el desempe�o de esta tarea es de reglamentar, no de suprimir reglamentaciones, como se cree a menudo.
Esto presupone tambi�n la existencia de pol�ticas sociales, ya sea para lograr la redistribuci�n o establecer salvaguardias para los hombres y mujeres cuyas condiciones de vida se ven trastornadas por los cambios de la divisi�n internacional del trabajo.
Se trata de lo que yo he denominado, en un contexto algo diferente al del coraz�n de la Roma protestante en que se nos ha recibido esta ma�ana, el �Consenso de Ginebra�, conforme al cual la apertura del comercio es necesaria para nuestro bienestar colectivo, pero no suficiente por s� sola.
No es suficiente a menos que la acompa�en medidas destinadas a corregir los desequilibrios entre ganadores y perdedores; desequilibrios tanto m�s peligrosos cuanto m�s vulnerables son las econom�as, las sociedades o los individuos. No es suficiente a menos que venga de la mano de un esfuerzo internacional sostenido que ayude a los pa�ses en desarrollo a dotarse de la capacidad que necesitan para extraer provecho de la apertura de los mercados.
Si, a modo de conclusi�n, tuviera que se�alar un �nico principio rector de las condiciones en que la globalizaci�n y la apertura del comercio deben ayudar a promover y garantizar el respeto de los derechos humanos, dir�a que ese principio es la coherencia:
La coherencia es el compromiso pol�tico de los ciudadanos, de la sociedad civil, de los sindicatos, entre lo local y lo mundial. Hoy d�a, el mundo necesita m�s coherencia en la organizaci�n de los gobiernos entre lo nacional y lo mundial, m�s coherencia entre las diferentes islas que conforman el archipi�lago de la gobernanza internacional.
A�adir�a que gran parte de esta coherencia a�n est� por construir, y que veo en ello una vocaci�n para la Universidad de Ginebra, cuya ambici�n, como en siglos pasados, quiz� sea sumar una piedra al edificio intelectual y contribuir al di�logo del que depende nuestra comprensi�n de este mundo, asegurar una mayor armon�a y dar m�s sentido al concepto de bien p�blico mundial.
Cultivando el fruto de este enfoque interdisciplinar, que les une a ustedes en la b�squeda de una verdad com�n a la ciencia de la materia, del cuerpo y del esp�ritu;
Trabajando para tender el puente que la etimolog�a nos inspira a construir entre la universitas magistrorum et scolarium y el universus mundus;
Honrando la tradici�n de la Ginebra internacional, de la ciudad que ha acogido a tantas mentes prodigiosas, que ha albergado tantas instituciones comprometidas con la b�squeda com�n de la paz.
Al concederme hoy esta distinci�n, estimados amigos, han a�adido ustedes m�s peso al fardo de mi responsabilidad. Ahora me corresponde a m� proponer que en el futuro compartamos esa responsabilidad trabajando en la construcci�n de un orden internacional en el que, para citar a Jean-Jacques Rousseau, �el m�s fuerte no sea nunca lo bastante fuerte para ser siempre el amo, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber�. A lo que Simone Weil agreg�, en una nota m�s personal y reflexiva, que �todo hombre tiene el deber de desarraigarse para alcanzar lo universal, pero siempre es un crimen desarraigar a los dem�s�.
Muchas gracias por su atenci�n.
Sr. Presidente del Gran Consejo,
Sr. Consejero de Estado,
Distinguidos decanos y profesores,
Queridos estudiantes,
Se�oras y se�ores:
Es para m� un alt�simo honor que la Universidad de Ginebra me otorgue el t�tulo de Doctor Honoris Causa en este lugar y en este d�a de celebraci�n.
Me colma de emoci�n poder compartir esta distinci�n con personas m�s ilustres que yo.
Haberme asignado la tarea de expresar mis puntos de vista sobre los derechos humanos en un mundo en proceso de globalizaci�n junto al Arzobispo Desmond Tutu, a quien considero un h�roe de los tiempos modernos, muestra la franqueza y la audacia que son propias de una gran universidad.
Tal vez haya inspirado esa audacia el legado de William Rappard, dos veces rector de esta Universidad, un hombre que dedic� su vida a la b�squeda de la paz y cuyo nombre luce el edificio en que tiene su sede la Organizaci�n Mundial del Comercio.
Incluso con tan ilustre patrocinio, �la audacia de ustedes raya en la temeridad! �No es acaso la Organizaci�n Mundial del Comercio, para muchos, el s�mbolo de una globalizaci�n en que los objetivos mercantiles prevalecen sobre los seres humanos, el mercado sobre los individuos y el poder sobre la justicia?
Me toca, pues, intentar demostrarles que ustedes tienen raz�n: la globalizaci�n y la apertura del comercio pueden obrar a favor de los derechos humanos universales; y por �stos entiendo tanto los derechos civiles y pol�ticos como los econ�micos y sociales.
Y digo que �pueden� deliberadamente, porque creo que esto s�lo es cierto en determinadas condiciones que es preciso especificar y que est�n lejos de cumplirse en todas partes.
En primer lugar, la globalizaci�n.
Suele verse en la globalizaci�n una etapa hist�rica de la evoluci�n del capitalismo de mercado, cuyo desarrollo es esencialmente de naturaleza tecnol�gica. Es un fen�meno similar al que se vivi� en el siglo XIX en tiempos de la revoluci�n industrial. La globalizaci�n de Jano: con un rostro agradable, sonriente, que refleja el dinamismo econ�mico, la innovaci�n, la conexi�n, la proximidad, desde la perspectiva de la ciudad universal. Y el rostro intimidante, torvo, el de las fracturas, los desequilibrios, los contagios. El rostro de la degradaci�n del medio ambiente, que despoja, que desarraiga, que pisotea las identidades y culturas que conforman la dignidad humana.
Yo creo que el lado positivo de la globalizaci�n puede superar al negativo.
A condici�n de que cada uno de nosotros reconozca que tenemos una necesidad de pertenencia tanto como necesitamos nuestra libertad.
A condici�n de que aceptemos que esa pertenencia y esa libertad se ejerzan en un marco universal y colectivo, una globalizaci�n encauzada y regulada por la pol�tica y el derecho.
A condici�n de que suscribamos la idea de que el principio democr�tico debe renovarse para superar el �mbito local y penetrar en el mundial; es lo que llamamos gobernanza mundial.
A condici�n de que reconozcamos que esto implica cambios fundamentales en el principio �westfaliano� de que la gobernanza internacional queda monopolizada por los Estados nacionales, incluso en lo que respecta a los derechos humanos, que no conocen fronteras.
A condici�n de que forjemos una gobernanza mundial que a�ne el impulso pol�tico, la legitimidad democr�tica y la excelencia t�cnica. Puede que esto est� surgiendo en el tri�ngulo que se perfila para tratar de salir de la crisis econ�mica actual, la primera crisis verdaderamente mundial. Entre el polo del �G-20�, el polo de la Asamblea General de las Naciones Unidas y el polo de los organismos internacionales especializados, como la Organizaci�n Mundial del Comercio, la Organizaci�n Internacional del Trabajo, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, por citar s�lo algunos.
A condici�n de que se cumplan todas estas condiciones -y hay mucho que hacer para ello- la globalizaci�n puede encarnar la promesa de un conjunto universal de valores, com�n a tantas filosof�as y religiones, y al que pertenecen los derechos humanos, como ahora pertenecen al �jus cogens�. Se trata de normas que son inquebrantables y que son aceptadas como tales por toda la comunidad internacional.
Es en este marco universal que la contribuci�n de la liberalizaci�n del comercio a la promoci�n de los derechos humanos puede y debe hallar su lugar tanto en el derecho como en la pr�ctica.
Se discute entre los juristas si la OMC est� o no obligada a respetar los derechos humanos; pero a mi juicio la respuesta es un s� rotundo. Los derechos humanos tienen su lugar ante todo en el derecho internacional, porque esos derechos se imponen a los Miembros de la Organizaci�n, que est�n obligados a cumplir los deberes que pesan sobre ellos a nivel internacional.
Seguidamente, porque la jurisprudencia del mecanismo de soluci�n de diferencias de la OMC ha reconocido que el derecho comercial internacional no puede interpretarse �en aislamiento cl�nico� respecto del derecho internacional general. Y adem�s, �c�mo podr�a la OMC, creada en 1994 en virtud de un instrumento jur�dico internacional, abstraerse de esas normas del derecho internacional general del que derivan su misi�n y su existencia misma?
Pero �qu� lugar ocupa el derecho comercial internacional en la promoci�n de los derechos humanos en la pr�ctica? Yo dir�a que la apertura del comercio internacional crea eficiencia para mejorar los niveles y las condiciones de vida y de este modo puede contribuir a hacer realidad derechos que no basta proclamar para que sean respetados. As� ocurre especialmente en el caso de los que Amnist�a Internacional denomina �presos de la pobreza�. A t�tulo de ejemplo, citar� el art�culo 11 del Pacto Internacional de Derechos Econ�micos, Sociales y Culturales, que se refiere al derecho a los alimentos y aboga por �asegurar una distribuci�n equitativa de los alimentos mundiales en relaci�n con las necesidades, teniendo en cuenta los problemas que se plantean tanto a los pa�ses que importan productos alimenticios como a los que los exportan�.
Tambi�n en este caso las ventajas de la apertura del comercio para los derechos humanos no son autom�ticas. Esto presupone normas que sean mundiales y justas a la vez. Normas como las que llevaron a Lacordaire a decir que �entre el d�bil y el fuerte, entre el pobre y el rico, � es la libertad la que oprime y es la ley la que libera�. La negociaci�n y la aplicaci�n de estas normas constituye la misi�n b�sica de la OMC, y su vocaci�n primordial en el desempe�o de esta tarea es de reglamentar, no de suprimir reglamentaciones, como se cree a menudo.
Esto presupone tambi�n la existencia de pol�ticas sociales, ya sea para lograr la redistribuci�n o establecer salvaguardias para los hombres y mujeres cuyas condiciones de vida se ven trastornadas por los cambios de la divisi�n internacional del trabajo.
Se trata de lo que yo he denominado, en un contexto algo diferente al del coraz�n de la Roma protestante en que se nos ha recibido esta ma�ana, el �Consenso de Ginebra�, conforme al cual la apertura del comercio es necesaria para nuestro bienestar colectivo, pero no suficiente por s� sola.
No es suficiente a menos que la acompa�en medidas destinadas a corregir los desequilibrios entre ganadores y perdedores; desequilibrios tanto m�s peligrosos cuanto m�s vulnerables son las econom�as, las sociedades o los individuos. No es suficiente a menos que venga de la mano de un esfuerzo internacional sostenido que ayude a los pa�ses en desarrollo a dotarse de la capacidad que necesitan para extraer provecho de la apertura de los mercados.
Si, a modo de conclusi�n, tuviera que se�alar un �nico principio rector de las condiciones en que la globalizaci�n y la apertura del comercio deben ayudar a promover y garantizar el respeto de los derechos humanos, dir�a que ese principio es la coherencia:
La coherencia es el compromiso pol�tico de los ciudadanos, de la sociedad civil, de los sindicatos, entre lo local y lo mundial. Hoy d�a, el mundo necesita m�s coherencia en la organizaci�n de los gobiernos entre lo nacional y lo mundial, m�s coherencia entre las diferentes islas que conforman el archipi�lago de la gobernanza internacional.
A�adir�a que gran parte de esta coherencia a�n est� por construir, y que veo en ello una vocaci�n para la Universidad de Ginebra, cuya ambici�n, como en siglos pasados, quiz� sea sumar una piedra al edificio intelectual y contribuir al di�logo del que depende nuestra comprensi�n de este mundo, asegurar una mayor armon�a y dar m�s sentido al concepto de bien p�blico mundial.
Cultivando el fruto de este enfoque interdisciplinar, que les une a ustedes en la b�squeda de una verdad com�n a la ciencia de la materia, del cuerpo y del esp�ritu;
Trabajando para tender el puente que la etimolog�a nos inspira a construir entre la universitas magistrorum et scolarium y el universus mundus;
Honrando la tradici�n de la Ginebra internacional, de la ciudad que ha acogido a tantas mentes prodigiosas, que ha albergado tantas instituciones comprometidas con la b�squeda com�n de la paz.
Al concederme hoy esta distinci�n, estimados amigos, han a�adido ustedes m�s peso al fardo de mi responsabilidad. Ahora me corresponde a m� proponer que en el futuro compartamos esa responsabilidad trabajando en la construcci�n de un orden internacional en el que, para citar a Jean-Jacques Rousseau, �el m�s fuerte no sea nunca lo bastante fuerte para ser siempre el amo, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber�. A lo que Simone Weil agreg�, en una nota m�s personal y reflexiva, que �todo hombre tiene el deber de desarraigarse para alcanzar lo universal, pero siempre es un crimen desarraigar a los dem�s�.
Muchas gracias por su atenci�n.
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Citación
Pascal Lamy, “La globalizaci�n y la apertura del comercio pueden promover los derechos humanos. Discurso del Director General de la OMC Pascal Lamy.,” Repositorio HISREDUC, consulta 24 de diciembre de 2025, https://www.repositorio.historiarecienteenlaeducacion.com/items/show/4225.
