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Y Reagan fue a Mosc�
Título
Y Reagan fue a Mosc�
Autor
Roy Medvedev
Fecha
01/07/1988
Fuente
El Pa�s
Descripción
El cuarto encuentro entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov, realizado el mes pasado en Mosc�, sigue suscitando animados comentarios en todo el mundo, pese a que la atenci�n se centre ahora en la XIX Conferencia del Partido Comunista de la Uni�n Sovi�tica (PCUS) y la sociedad norteamericana tenga la mirada puesta en las pr�ximas elecciones presidenciales.
Texto original
ROY MEDVEDEVLa sucesi�n de reuniones entre los m�ximos l�deres de Estados Unidos y la Uni�n Sovi�tica ha acercado verdaderamente a los dos pueblos y ha supuesto m�s ganancias que problemas para ambos dirigentes, afirma el autor, historiador marxista residente en Mosc�. Reagan deja la presidencia norteamericana con una imagen muy popular, y Gorbachov se sirve de los �xitos en pol�tica exterior para allanar su dif�cil y complicado camino de reforma interior.
El cuarto encuentro entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov, realizado el mes pasado en Mosc�, sigue suscitando animados comentarios en todo el mundo, pese a que la atenci�n se centre ahora en la XIX Conferencia del Partido Comunista de la Uni�n Sovi�tica (PCUS) y la sociedad norteamericana tenga la mirada puesta en las pr�ximas elecciones presidenciales. Esto da origen a nuevos comentarios: �c�mo afectar� la reciente cumbre al liderazgo de Gorbachov? �Tendr�n Gorbachov y Reagan tiempo para celebrar otra cumbre, para firmar otro tratado de reducci�n de armamentos? �C�mo influir�n las nuevas relaciones entre nuestros pa�ses en la campa�a y en el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos?Todos los comentaristas consideran un�nimemente que el encuentro de Mosc� ha sido un �xito, aunque valoren de manera distinta su magnitud y alcance. "En Mosc� se han firmado no pocos acuerdos", me dijo un observador occidental, "que perfectamente habr�an podido firmar los ministros y no los jefes de Estado". No comparto esa opini�n.
Los contactos pol�ticos entre sovi�ticos y norteamericanos han alcanzado una intensidad inusitada: el encuentro de Reagan y Gorbachov era el cuarto en menos de tres a�os. En ese mismo per�odo, Shultz y Shevardnadze se reunieron no menos de 25 veces. Por primera vez en la historia de nuestras relaciones se produjeron encuentros entre los ministros de Defensa; oficiales sovi�ticos obtuvieron acceso a objetivos militares secretos, mientras los norteamericanos visitaron centros militares de la Uni�n Sovi�tica. Esta intensidad en nuestros contactos, sobre todo, contrasta con el acusado deterioro de las relaciones sovi�tico-norteamericanas entre los a�os 1979 y 1985, cuando el Senado de Estados Unidos no quiso ratificar los acuerdos SALT II y la URSS rompi� poco despu�s todas las conversaciones en marcha entre nuestros pa�ses.
'El imperio del mal'
Reagan visitaba por primera vez el pa�s que a comienzos de los a�os ochenta denomin� el imperio del mal. Ahora, el presidente de Estados Unidos renunci� p�blicamente a ese calificativo Reagan, cuando expone las razones que le hicieron cambiar de opini�n sobre la URSS, suele se�alar la aparici�n de un nuevo l�der sovi�tico. El presidente norteamericano no escatima elogios a Gorbachov, al que en m�s de una ocasi�n llam� amigo, y se�ala muchos de los importantes cambios acaecidos en la pol�tica exterior e interior de la URSS. No cabe duda de que en los tiempos de Breznev, de Chernenko o de Andropov habr�an sido impensables unos cambios tan r�pidos y sustanciales de signo positivo entre nuestro pa�s y EE UU y Occidente en general. Mas, con el nuevo l�der sovi�tico, la URSS, el PCUS y el pueblo sovi�tico no renuncian a sus objetivos, misiones e intereses b�sicos, sino, por el contrario, los persiguen con mayor ah�nco y eficacia.
El nuevo lema m�s democracia, que equivale a m�s transparencia, m�s libertades individuales, significa para Mijail Gorbachov m�s socialismo. No tiene por qu� asombrar que algunos pol�ticos y comentaristas norteamericanos de derechas vean en el avance de la Uni�n Sovi�tica y en su creciente influencia internacional un mayor peligro para los intereses y valores de la Am�rica capitalista que el que pod�a provenir del gigante socialista en lenta degradaci�n. Por suerte, la mayor�a de los norteamericanos no comparte tales temores.
En la cumbre de Mosc�, la URSS y Estados Unidos han firmado un contado n�mero de acuerdos. Pero las conversaciones entre Reagan y Gorbachov y entre ambas delegaciones fueron en conjunto un �xito, y, a juzgar por el comunicado final, significaron un avance sustancial en la soluci�n de muchos e importantes problemas que afectan al desarme, a asuntos regionales y a cuestiones espec�ficas en las relaciones entre las dos superpotencias. Incluso la propia cumbre de Mosc�, con un programa muy saturado y variado, supuso un hito importante en el desarrollo de las relaciones sovi�tico-norteamericanas. En diciembre de 1987 constatamos que la estancia de Mijail Gorbachov en Washington aument� la confianza de los norteamericanos en Gorbachov y en la Uni�n Sovi�tica en general. Ahora, la estancia en Mosc� de Reagan sirvi� para dar un claro sesgo positivo a muchas de las ideas de los sovi�ticos sobre EE UU y su presidente.
Reagan mantuvo tantas entrevistas que a veces cab�a la pregunta de si le quedaba tiempo para conversar con Gorbachov. Evidentemente, el tiempo sumario de estos encuentros y conversaciones en Mosc� y Washington fue mucho m�s corto que el de las anteriores cumbres de Ginebra y Reikiavik, pero m�s productivo. Ello es muestra de la excelente organizaci�n de las �ltimas cumbres.
En estos tres a�os, nuestros pa�ses y nuestros l�deres han acumulado una enorme experiencia que ayud� a la marcha de las conversaciones y al hallazgo de f�rmulas conciliatorias tambi�n a niveles inferiores.
Logros personales
La cumbre de Mosc� en su conjunto ha dado un sustancial impulso a nuestras relaciones, lo cual ha significado un logro personal del presidente de Estados Unidos y del secretario general del PCUS, algo muy importante para ambos. Gorbachov se halla al comienzo de su carrera pol�tica, con una reci�n iniciada profunda perestroika llamada a transformar, seg�n su concepci�n, muchos aspectos en las instituciones y en el car�cter de la URSS. El �xito alcanzado en la pol�tica exterior le allana el camino de la pol�tica interior, dificil y lleno de obst�culos imprevisaos. Ronald Reagan, por el contrario, se dispone a abandonar el escenario pol�tico, y la cumbre de Mosc� probablemente haya sido su �ltimo gran acto exterior. Es posible que la cumbre de Mosc� no repercuta sustancialmente en el resultado de las elecciones, pero dejar� en la conciencia de los norteamericanos la imagen de Reagan como uno de los presidentes m�s populares y afortunados en la historia de EE UU.
Inesperadamente, fui uno de los 40 "representantes de la intelectualidad sovi�tica" -escritores, poetas, pintores, directores de cine y arquitectos- que desayunaron con Reagan en la Casa de los Literatos. Todos, una vez m�s, s�limos convencidos de que vale m�s verlo una vez que o�rlo cien.
All�, Reagan dirigi� a lors representantes de la intelectualidad sovi�tica un discurso bireve pero rico en contenido. En �ll, explic� c�mo su pasado de actor le ayudaba a cumplir su misi�n de presidente, a comprender mejor las necesidades y las aspiraciones de los distintos estratos del pueblo norteamericano. Tanto el discurso como la sencillez de Reagan produjeron una fuerte impresi�n.
Reagan no neg� que la pol�tica, adem�s de un deber social, es un escenario, y el que sube a �l tiene que comportarse como persona, como estadista y como actor. No he visto ninguna pel�cula con Reagan actor. Pero observ� de cerca su forma de comportarse con la gente sencilla y con los estadistas, escuch� sus palabras, y doy fe de que interpret� muy bien este quiz� su �ltimo papel de protagonista en la escena mundial.
Todas las personas, de posici�n y opiniones distintas, con las que habl� de la cumbre me dijeron que en general ahora ten�an una mejor impresi�n de Reagan y de Norteam�rica. Estas mejores relaciones humanas deben de constituir una parte sustancial y ponderable en las relaciones sov��tico-norteamericanas en su conjunto.
Cambios en la c�spide
Hace cinco o seis a�os habr�a sido dif�cil imaginar a un Reagan sonriente en la plaza Roja, cerca del mausoleo de Lenin o en el Kremlin, en la sala de San Jorge, en la C�mara de las Aristas o arite el ca��n. Zar. Sin duda, ello se debe principalmente al cambio en la c�spide sovi�tica y en la pol�tica sovi�tica. Pero tambi�n han canibiado Reagan y su equipo.
A comienzos de los a�os ochenta, fuera y dentro de Estados Unidos, la escasa competencia de la nueva Administraci�n norteamericana era moneda corriente. En los ocho a�os transcurridos, la experiencia de Estados Unidos y su manera de enfocar los complejos problemas interliacionales han cambiado muclio. Ser�a muy lamentable que de la experiencia acumulada con tantas dificultades no se beneficiara la nueva Administraci�n norteamericana.
Nuestras relaciones con Estados Unidos son ahora m�s realistas, m�s eficaces e incluso m�s amistosas. Pero a�n no se ha logrado un nuevo modelo de distensi�n o d�tente. La nueva distensi�n en los pr�ximos a�os depender� no tanto de Reagan como del nuevo presidente y del nuevo equipo en la Casa Blanca.
En Mosc�, Reagan confirm� una vez m�s su afici�n por los proverbios rusos. En el primer encuentro en el Kremlin el presidente de Estados Unidos trajo a colaci�n el refr�n "Al nacer no me di prisa" para referirse al nuevo tratado sobre misiles de corto alcance y a las nuevas relaciones entre Estados Unidos y la URSS. Pero el refr�n entero suena as�: "Si al nacer no me di prisa, por qu� iba ahora a apresurar�ne". Para el o�do ruso esto suier�a m�s bien a censura del perezoso para hacer las cosas. Pero la rica lengua rusa tiene este otro refr�n: "Si has comenzado a parir, no te detengas". Es decir, con el parto en marcha ser�a peligroso para el ni�o y la madre retardar el alumbramiento.
Las relaciones de la URSS con Norteam�rica son una criatura a punto de nacer. Con Jruschov, la distensi�n no lleg� a producirse. Con Breznev, el resultado del parto fue un ni�o d�bil y enfermizo que dur� muy poco. Ahora hay que poner mucho empe�o para que nazca un ni�o sano y robusto, con una larga vida por delante.
Roy Medvedev es historiador marxista no ortodoxo, residente en Mosc�. Traductor: Jos� Fern�ndez S�nchez.
El cuarto encuentro entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov, realizado el mes pasado en Mosc�, sigue suscitando animados comentarios en todo el mundo, pese a que la atenci�n se centre ahora en la XIX Conferencia del Partido Comunista de la Uni�n Sovi�tica (PCUS) y la sociedad norteamericana tenga la mirada puesta en las pr�ximas elecciones presidenciales. Esto da origen a nuevos comentarios: �c�mo afectar� la reciente cumbre al liderazgo de Gorbachov? �Tendr�n Gorbachov y Reagan tiempo para celebrar otra cumbre, para firmar otro tratado de reducci�n de armamentos? �C�mo influir�n las nuevas relaciones entre nuestros pa�ses en la campa�a y en el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos?Todos los comentaristas consideran un�nimemente que el encuentro de Mosc� ha sido un �xito, aunque valoren de manera distinta su magnitud y alcance. "En Mosc� se han firmado no pocos acuerdos", me dijo un observador occidental, "que perfectamente habr�an podido firmar los ministros y no los jefes de Estado". No comparto esa opini�n.
Los contactos pol�ticos entre sovi�ticos y norteamericanos han alcanzado una intensidad inusitada: el encuentro de Reagan y Gorbachov era el cuarto en menos de tres a�os. En ese mismo per�odo, Shultz y Shevardnadze se reunieron no menos de 25 veces. Por primera vez en la historia de nuestras relaciones se produjeron encuentros entre los ministros de Defensa; oficiales sovi�ticos obtuvieron acceso a objetivos militares secretos, mientras los norteamericanos visitaron centros militares de la Uni�n Sovi�tica. Esta intensidad en nuestros contactos, sobre todo, contrasta con el acusado deterioro de las relaciones sovi�tico-norteamericanas entre los a�os 1979 y 1985, cuando el Senado de Estados Unidos no quiso ratificar los acuerdos SALT II y la URSS rompi� poco despu�s todas las conversaciones en marcha entre nuestros pa�ses.
'El imperio del mal'
Reagan visitaba por primera vez el pa�s que a comienzos de los a�os ochenta denomin� el imperio del mal. Ahora, el presidente de Estados Unidos renunci� p�blicamente a ese calificativo Reagan, cuando expone las razones que le hicieron cambiar de opini�n sobre la URSS, suele se�alar la aparici�n de un nuevo l�der sovi�tico. El presidente norteamericano no escatima elogios a Gorbachov, al que en m�s de una ocasi�n llam� amigo, y se�ala muchos de los importantes cambios acaecidos en la pol�tica exterior e interior de la URSS. No cabe duda de que en los tiempos de Breznev, de Chernenko o de Andropov habr�an sido impensables unos cambios tan r�pidos y sustanciales de signo positivo entre nuestro pa�s y EE UU y Occidente en general. Mas, con el nuevo l�der sovi�tico, la URSS, el PCUS y el pueblo sovi�tico no renuncian a sus objetivos, misiones e intereses b�sicos, sino, por el contrario, los persiguen con mayor ah�nco y eficacia.
El nuevo lema m�s democracia, que equivale a m�s transparencia, m�s libertades individuales, significa para Mijail Gorbachov m�s socialismo. No tiene por qu� asombrar que algunos pol�ticos y comentaristas norteamericanos de derechas vean en el avance de la Uni�n Sovi�tica y en su creciente influencia internacional un mayor peligro para los intereses y valores de la Am�rica capitalista que el que pod�a provenir del gigante socialista en lenta degradaci�n. Por suerte, la mayor�a de los norteamericanos no comparte tales temores.
En la cumbre de Mosc�, la URSS y Estados Unidos han firmado un contado n�mero de acuerdos. Pero las conversaciones entre Reagan y Gorbachov y entre ambas delegaciones fueron en conjunto un �xito, y, a juzgar por el comunicado final, significaron un avance sustancial en la soluci�n de muchos e importantes problemas que afectan al desarme, a asuntos regionales y a cuestiones espec�ficas en las relaciones entre las dos superpotencias. Incluso la propia cumbre de Mosc�, con un programa muy saturado y variado, supuso un hito importante en el desarrollo de las relaciones sovi�tico-norteamericanas. En diciembre de 1987 constatamos que la estancia de Mijail Gorbachov en Washington aument� la confianza de los norteamericanos en Gorbachov y en la Uni�n Sovi�tica en general. Ahora, la estancia en Mosc� de Reagan sirvi� para dar un claro sesgo positivo a muchas de las ideas de los sovi�ticos sobre EE UU y su presidente.
Reagan mantuvo tantas entrevistas que a veces cab�a la pregunta de si le quedaba tiempo para conversar con Gorbachov. Evidentemente, el tiempo sumario de estos encuentros y conversaciones en Mosc� y Washington fue mucho m�s corto que el de las anteriores cumbres de Ginebra y Reikiavik, pero m�s productivo. Ello es muestra de la excelente organizaci�n de las �ltimas cumbres.
En estos tres a�os, nuestros pa�ses y nuestros l�deres han acumulado una enorme experiencia que ayud� a la marcha de las conversaciones y al hallazgo de f�rmulas conciliatorias tambi�n a niveles inferiores.
Logros personales
La cumbre de Mosc� en su conjunto ha dado un sustancial impulso a nuestras relaciones, lo cual ha significado un logro personal del presidente de Estados Unidos y del secretario general del PCUS, algo muy importante para ambos. Gorbachov se halla al comienzo de su carrera pol�tica, con una reci�n iniciada profunda perestroika llamada a transformar, seg�n su concepci�n, muchos aspectos en las instituciones y en el car�cter de la URSS. El �xito alcanzado en la pol�tica exterior le allana el camino de la pol�tica interior, dificil y lleno de obst�culos imprevisaos. Ronald Reagan, por el contrario, se dispone a abandonar el escenario pol�tico, y la cumbre de Mosc� probablemente haya sido su �ltimo gran acto exterior. Es posible que la cumbre de Mosc� no repercuta sustancialmente en el resultado de las elecciones, pero dejar� en la conciencia de los norteamericanos la imagen de Reagan como uno de los presidentes m�s populares y afortunados en la historia de EE UU.
Inesperadamente, fui uno de los 40 "representantes de la intelectualidad sovi�tica" -escritores, poetas, pintores, directores de cine y arquitectos- que desayunaron con Reagan en la Casa de los Literatos. Todos, una vez m�s, s�limos convencidos de que vale m�s verlo una vez que o�rlo cien.
All�, Reagan dirigi� a lors representantes de la intelectualidad sovi�tica un discurso bireve pero rico en contenido. En �ll, explic� c�mo su pasado de actor le ayudaba a cumplir su misi�n de presidente, a comprender mejor las necesidades y las aspiraciones de los distintos estratos del pueblo norteamericano. Tanto el discurso como la sencillez de Reagan produjeron una fuerte impresi�n.
Reagan no neg� que la pol�tica, adem�s de un deber social, es un escenario, y el que sube a �l tiene que comportarse como persona, como estadista y como actor. No he visto ninguna pel�cula con Reagan actor. Pero observ� de cerca su forma de comportarse con la gente sencilla y con los estadistas, escuch� sus palabras, y doy fe de que interpret� muy bien este quiz� su �ltimo papel de protagonista en la escena mundial.
Todas las personas, de posici�n y opiniones distintas, con las que habl� de la cumbre me dijeron que en general ahora ten�an una mejor impresi�n de Reagan y de Norteam�rica. Estas mejores relaciones humanas deben de constituir una parte sustancial y ponderable en las relaciones sov��tico-norteamericanas en su conjunto.
Cambios en la c�spide
Hace cinco o seis a�os habr�a sido dif�cil imaginar a un Reagan sonriente en la plaza Roja, cerca del mausoleo de Lenin o en el Kremlin, en la sala de San Jorge, en la C�mara de las Aristas o arite el ca��n. Zar. Sin duda, ello se debe principalmente al cambio en la c�spide sovi�tica y en la pol�tica sovi�tica. Pero tambi�n han canibiado Reagan y su equipo.
A comienzos de los a�os ochenta, fuera y dentro de Estados Unidos, la escasa competencia de la nueva Administraci�n norteamericana era moneda corriente. En los ocho a�os transcurridos, la experiencia de Estados Unidos y su manera de enfocar los complejos problemas interliacionales han cambiado muclio. Ser�a muy lamentable que de la experiencia acumulada con tantas dificultades no se beneficiara la nueva Administraci�n norteamericana.
Nuestras relaciones con Estados Unidos son ahora m�s realistas, m�s eficaces e incluso m�s amistosas. Pero a�n no se ha logrado un nuevo modelo de distensi�n o d�tente. La nueva distensi�n en los pr�ximos a�os depender� no tanto de Reagan como del nuevo presidente y del nuevo equipo en la Casa Blanca.
En Mosc�, Reagan confirm� una vez m�s su afici�n por los proverbios rusos. En el primer encuentro en el Kremlin el presidente de Estados Unidos trajo a colaci�n el refr�n "Al nacer no me di prisa" para referirse al nuevo tratado sobre misiles de corto alcance y a las nuevas relaciones entre Estados Unidos y la URSS. Pero el refr�n entero suena as�: "Si al nacer no me di prisa, por qu� iba ahora a apresurar�ne". Para el o�do ruso esto suier�a m�s bien a censura del perezoso para hacer las cosas. Pero la rica lengua rusa tiene este otro refr�n: "Si has comenzado a parir, no te detengas". Es decir, con el parto en marcha ser�a peligroso para el ni�o y la madre retardar el alumbramiento.
Las relaciones de la URSS con Norteam�rica son una criatura a punto de nacer. Con Jruschov, la distensi�n no lleg� a producirse. Con Breznev, el resultado del parto fue un ni�o d�bil y enfermizo que dur� muy poco. Ahora hay que poner mucho empe�o para que nazca un ni�o sano y robusto, con una larga vida por delante.
Roy Medvedev es historiador marxista no ortodoxo, residente en Mosc�. Traductor: Jos� Fern�ndez S�nchez.
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Citación
Roy Medvedev, “Y Reagan fue a Mosc�,” Repositorio HISREDUC, consulta 24 de diciembre de 2025, https://www.repositorio.historiarecienteenlaeducacion.com/items/show/4404.
